El Patito Feo
Cuentos infantiles

El patito feo

EL NACIMIENTO DE PATITO FEO

Había una vez, en medio de un hermoso bosque, una gran laguna, donde se reunían todos los animales a tomar agua y a compartir. En una orilla junto al agua había un nido, y allí estaba una mamá pata cuidando de sus huevos, emocionada porque sus esperados patitos estaban a punto de nacer.

De pronto, mientras mamá pata dormía empollando sus huevos, escuchó bajo ella un “crack” y luego otro… y después otros más. Emocionada, se despertó y se paró junto al nido y vio que los patitos estaban rompiendo sus cascarones, llegando al mundo, y ahora ya decían uno tras otro “Cuac, cuac” y sonreían al ver a mamá. 

Uno, dos, tres… ¡Cuántos patitos! Y todos hermosos y sonrientes tras haber nacido. Mamá pata estaba feliz, pero notó algo: un huevo no se abría. 

Volvió a cubrirlo con sus plumas y esperó un largo rato. Cuando estaba por dormirse se oyó bajo ella el esperado “crack”.  Dio un salto y sonrió al ver que el huevo se estaba quebrando, pero luego se asustó al ver que de él salía un polluelo diferente a sus hermanos. Era gris, no tan bonito y mucho más grande. El recién nacido patito vio a su mama, sonrió y le dijo “Chip, chip”. 

“Qué raro”, dijo mamá pata. “Es más feo que cualquiera. Pero mejorará con el tiempo, supongo”.

Salieron todos juntos del nido, y tras mamá pata, uno a uno los patitos fueron entrando a la laguna. Por un momento, el patito feo dudó si entrar o no.
 

“Si no nada, definitivamente no es mío”, pensó mamá pata. Pero luego de un rato, el dudoso patito se armó de valor y se lanzó al agua… ¡Y qué bien nadaba!  Mamá sacudió su cabeza como cambiando de tema, y llevó a sus pequeños al corral junto a las vacas, los caballos, las gallinas y demás habitantes de la granja.

Los demás animales lo veían y no lo creían. “Qué patito más feo”, le decían. El pobre solo seguía caminando y no los escuchaba. Así estuvo mucho tiempo, y siempre que llegaban visitas era igual: “Qué patito más feo”. 

Donde fuera que estuviera, los animales se burlaban de él o no lo dejaban estar con ellos: en el corral, las gallinas lo señalaban; en el establo, los caballos se reían de él y en su propio hogar, sus hermanos se burlaban.

Un día, mientras esperaba por comida, los otros polluelos, llegaron donde estaba el patito y, en medio de burlas, hicieron que se pusiera tan triste que, cansado de los malos tratos que todos en el corral le daban, y sin pensarlo dos veces, salió corriendo de allí. 

La aventura de un patito feo

Fueron días difíciles, y así pasaron uno tras otro, hasta que una tarde, mientras nadaba solo buscando peces para comer, vio pasar volando a unas hermosas aves que parecían salidas de un cuento de hadas.

Mientras tanto, el patito solo observaba a aquellas aves alejarse volando mientras él desde el agua agitaba sus alas y movía su cuello lleno de emoción, pero no sabía por qué. Tal vez presenciar tanta belleza fuera emocionante, ¿verdad?

Un día, mientras andaba buscando dónde dormir, encontró una casa en la que vivía una anciana junto a dos animales que le hacían compañía: un gato y una gallina. 

Al verlo, las mascotas se espantaron, pero lo recibieron pues estaba haciendo mucho frio afuera y no tenía donde descansar.

El patito se quedó esa noche, la siguiente, y en todo momento agradecía por estar a salvo de la lluvia y el frío, pero al tercer día, el gato le dijo: 

“Oye, tú. Acá en casa todos hacemos algo. La anciana nos cuida, yo maúllo y espanto ratones y la gallina pone huevos para comer. ¿Tú qué haces?”

Sorprendido, el patito no sabía qué decir, pues nunca había maullado, ni espantado ratones, ni puesto huevos. ¿Qué podría decirle?

Al no tener respuesta, el gato, con enojo, le gritó:

“¡Si no haces nada en casa, pues no te vas a quedar en casa!”, y con un salto atacó al patito feo. Llorando y lleno de miedo, el pobre patito apenas y pudo escapar de la casa para, de nuevo, estar solo. 

Y el tiempo pasó. El patito que antes estuvo recorriendo el mundo yendo de casa en casa, de lago en lago, viendo como todos lo hacían a un lado, decidió que lo mejor era estar por su cuenta. Buscó y buscó y finalmente encontró, oculto, en un bosque espeso, un pequeño pantano y allí estuvo, escondiéndose, pues no quería que se siguieran riendo de él.

Una hermosa sorpresa 

Viviendo en su pantano, alejado del mundo, el patito se dedicó a nadar y nadar, a comer lo que pudiera y a alegrarse con los pequeños logros de cada día. 

Una mañana, mientras estaba en su pantano, el patito estaba tranquilo nadando de lado a lado. De pronto, oyó un ruido en el cielo. Asustado, levantó su cara hacia el cielo, tratando de ver de dónde provenía. 

No vio nada, y pensando que estaba soñando, estaba por volver a su rutina de nadar y nadar cuando de repente… Otra vez, más fuerte, el mismo ruido de antes. Esta vez el patito se aseguró de que sí había algo y estaba cerca, y lo oyó claramente, un graznido se acercaba a su hogar. 

“Pero qué raro. Ese sonido no me da miedo”, pensó el patito. “¿Qué es esto que siento?”

Vio cómo las majestuosas aves pasaron volando sobre el bosque y sobre él, y al igual que la primera vez, el patito agitaba sus alas y movía su cuello lleno de emoción, pero ¡oh, sorpresa! Esta vez sus alas se movieron con tanta fuerza, que lo levantaron por los aires. Sin entender cómo, estaba volando sobre su pantano, aunque al principio le costaba controlar hacia dónde iba. 

Con más facilidad de la que pensaba, el patito logró controlar su vuelo, y motivado por la emoción, decidió ir detrás de tan hermosas aves. 

“Tal vez no sea el más bello, pero quiero acompañarlos”, pensó para sus adentros. Y voló. Con decisión, se lanzó a toda velocidad tras los extraños y majestuosos pájaros que había visto. 

Las aves bajaron a descansar en un lago en medio de un hermoso jardín y fue allí donde finalmente el patito pudo alcanzarlos. Se posó sobre el agua, se acercó y notó que no eran simples pájaros: ¡eran cisnes! Blancos y bellos. 

Con toda valentía y con una sonrisa amistosa, el patito fue hacia ellos, diciéndoles:

“No se espanten, por favor. Solo quiero pedirles que me dejen acompañarlos en su viaje. Prometo no hacer ruido”

Mientras decía estas palabras, en señal de respeto y humildad, bajó la cabeza y ahí lo vio… Vio a un hermoso cisne, ubicado justo al otro lado del agua, ¡era su propio reflejo! No lo podía creer.  

Esos hermosos pájaros de antes eran cisnes y por lo que veía en el agua, él también era uno. Las otras aves, al verlo, se acercaron a recibirlo con total alegría, mientras desde la orilla se escuchaba a un niño gritar:

“¡Mira, papá, han vuelto, han vuelto!… ¡Y viene uno nuevo con ellos!”

El patito feo miró y un niño lo señalaba, no con temor, sino lleno de felicidad, igual a como lo hacían los demás miembros de su familia. 

Finalmente, había encontrado su lugar en el mundo y con total alegría dijo:
“Nunca imaginé semejante felicidad cuando yo era el Patito Feo”

Y colorín, colorado: este cuento se ha terminado.

¿Qué moraleja nos deja este cuento? 

Es importante que nunca juzguemos a nadie por su apariencia, que se encuentra lo más valioso de ella. Aplica también con nosotros mismos, ya que a veces no percibimos lo únicos valiosos que somos y seremos siempre.

Preguntas frecuentes:

 

Sí. El cuento motiva su imaginación, los ayuda a generar en sus mentes ideas sobre temas como el respeto, la amistad entre otros, de manera que es más fácil para ellos entenderlos y aplicarlos en sus vidas. Por otro lado, más allá del cuento en sí, el efecto de compartir entre padres e hijos afianza los vínculos al interior del hogar y genera esa cercanía y confianza entre ellos. 

 

La lectura es una actividad esencial del ser humano y es de las cosas que hace que se diferencie de otras especies. Generar esta afinidad entre los niños y las letras, fortalece el lenguaje, estimula la creatividad, desarrolla la memoria y potencia la comunicación.

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